La bahía de las islas, en la parte norte de la isla pequeña de Nueva Zelanda, es el recorrido al que dedicaremos la siguiente entrada. Unas cinco horas de ruta en barco, múltiples puntos de interés en diferentes islas y un 90% de posibilidades de ver delfines. El recorrido empieza en Paihia, donde tomamos el barco en el que navegaremos durante nuestra travesía por las islas. Moturoa, Tapeka Point, Paroa Bay, Urupukapuka, Okahu o Te Pahi son solo algunos de los nombres de las islas con las que nos cruzaremos.
Todo el mundo en el barco está expectante y a la espera de poder ver al que, según dicen, es el animal más inteligente del planeta: el delfín. La tripulación del barco cuenta con un researcher, que con unos prismáticos y algo de paciencia intenta divisar delfines en la lejanía. La guía ya ha avisado, si hay alguien que cree ver algo moverse, que no dude en decirlo.
Es julio, eso significa que es invierno, sin embargo el cielo está muy despejado y el agua es de un verde claro y tranquilo que casi invita a bañarse. Desde la popa, vemos gaviotas planeando muy cerca del barco y, de repente, un pequeño pingüino que nada con prisa.
“There is something there”, dice la guía. Y nos acercamos al tiempo que disminuimos la velocidad. ¡Delfines! Hay dos. Hay tres. ¡Hay mínimo una docena! Van nadando tranquilos y de vez en cuando salen a la superficie de dos en dos. Están muy cerca y juegan con la espuma y el barco. Cuando alguno salta se oye un conjunto “¡ohhh!” de admiración. Van girando bajo el agua y cuando emergen a la superficie salpican con sus aletas y cola. Qué simpáticos se ven, no parecen tener ningún tipo de miedo. Grises, blancos y plata, llenos de rasguños y arañazos. Ondeándose como el mar, saltando del mar al cielo y al mar otra vez. Así se van alejando. El sol se refleja sobre el color plateado de su cuerpo. Solo queda uno, que sigue acompañándonos un rato más, bajo el barco y nuestros suspiros
Vuelta a la ruta marítima, pasamos ahora frente a las Black Rocks (Rocas negras), una cadena de islotes volcánicos que destacan por su color oscuro y sus formas escarpadas. Seguimos por la isla privada de Roberton island o Motuarohia, donde el Capitan James Cook, uno de los primeros colonos ingleses, ancoró el Endeavour en junio de 1722. Atravesamos ahora el impresionante Hole in the rock, que como su propio nombre indica se trata de un gigante agujero en la roca por el cual cruzamos con el barco.
La siguiente parada es en la isla de Urupukapuka, la más larga de la bahía con 520 acres, situada frente al cabo Brett. Un embarcadero de madera nos lleva a una costa llena de conchas, caracolas y una casita roja. Al otro lado, un prado con ovejas pastando y una colina con vistas a toda la bahía. Por desgracia, no podemos quedarnos demasiado tiempo pues hemos de volver al barco y continuar con la visita.
La última parada antes de regresar es en el pueblo costero de Rusell, uno de los primeros lugares colonizados por los ingleses. Este pueblo se convirtió en 1830 en el puerto ballenero base más importante del sur del pacífico. En él podemos encontrar, por ejemplo, la iglesia más antigua de toda Nueva Zelanda. Hoy en día, con sus casas blancas, playas bonitas y calles poco transitadas, es un lugar tranquilo para vivir o venir de vacaciones.