4 días en Tromsø en busca de la dama verde

La nieve caía sobre nuestras cinco capas de ropa mientras bajábamos las escaleras del avión. Cero grados, mucho viento e ilusión por llegar a ver auroras boreales por primera vez. Nuestro viaje en familia a Tromsø acababa de empezar.

En la recepción del hotel nos dieron té caliente y recogimos las llaves de nuestro apartamento. En la televisión, retrasmitían el telediario y hablaban de un virus que se estaba extendiendo por China. Era febrero del año 2020. 

Calles de Tromso
Calles de Tromso

En muchos países nórdicos, es común que para mantener la casa limpia, las botas de nieve y abrigos se dejen en una especie de recibidor antes de entrar, y así es como lo hacíamos en el apartamento que habíamos alquilado. Nos instalamos y antes de ponernos cómodos fuimos a comprar algo de cena. No hubo problema con la comida, pero no pudimos comprar alcohol porque el gobierno prohíbe su venta más tarde de las 20.00 para intentar reducir problemas de alcoholismo. 

Nos acostamos pronto, mientras seguía nevando. El siguiente día teníamos planificada una de las actividades más divertidas del viaje: un paseo en trineo tirado por perros.

Aventura en Trineo de Perros

Nos vinieron a buscar al hotel y llegamos en autobús después de una hora de camino entre paisajes de tonos blancos y grises, donde de vez en cuando se veían casas aisladas. ‘¿Quién viviría allí?’, nos preguntábamos una y otra vez. 

Al llegar, lo primero era recibir equipación: un mono de montaña, botas y guantes. Lo segundo fue recibir instrucciones. Para ello, reunieron a todo el grupo en una cabaña. “En las cuestas hacia arriba, bájate del trineo y ayuda a los perros”, “cuidado no se enreden las correas del trineo en sus patas”, “frenad para que no haya problemas con los perros del trineo de delante”. La posición de los perros en cada trineo está cuidadosamente pensada en función de sus capacidades físicas y carácter, por eso es importante conocer bien a cada uno de ellos. 

Trineo de perros
Preparativos para ir el trineo
Trineo de perros
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Cuando volvimos a salir, los trineos ya estaban preparados y los perros ladraban y saltaban locos por empezar. ¡Nosotros estamos aún más emocionados que ellos! Subimos al trineo, levantamos el ancla y los perros empezaron a correr.

Ojos vivos, orejas puntiagudas, cuerpos musculados y dos capas de pelo para protegerse del frío, así son los Perros de Alaska. 

Pasamos entre un bosque de abedules árticos, mientras los copos de nieve seguían cayendo. En las cuestas hacia abajo, el trineo cogía velocidad y mientras nosotros recibíamos el viento en la cara, los perros de nuestro trineo se refrescaban mordiendo la nieve del camino. Frío, adrenalina y al mismo tiempo mucha tranquilidad en mitad de la montaña, en el punto más septentrional de Noruega. 

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A lo lejos, vemos como un trineo se acerca demasiado al de delante y se produce un peligroso adelantamiento. ¡Solo nos enteramos más tarde de que los temerarios habían sido mis padres!, que no habían sabido controlar a los perros de su trineo. Por suerte, todo se quedó en una buena bronca por parte del instructor y una anécdota que contar. 

Volvimos cuando ya estaba anocheciendo y nos despedimos de nuestros amigos peludos. Cada perro tiene su caseta de madera, con su nombre y un cuenco con agua. Ulv, Fin, Steve, Radyr o Roya son algunos de los letreros que se veían. A nosotros nos esperaba un té hirviendo y unas pastas. 

Casitas de los perros
Casitas de los perros

Los días en invierno son muy cortos, a las 14:30 ya estaba oscuro, así que una vez en Tromsø , optamos por volver al hotel a descansar. El próximo día intentaríamos ver auroras boreales.

Rodeando la isla de Kvaløya

Las máquinas quita nieve estaban en pleno funcionamiento y gracias a ello el estado de las carreteras era bueno. Aquella mañana alquilamos un coche en Tromsø  con el objetivo de rodear la isla de Kvaløya. El plan era cruzar el puente de Sandnessund y empezar por el norte hasta llegar a Sommarøy, para luego cerrar el círculo por la parte inferior de la isla. Había un sol tenue que no acababa nunca de elevarse tras el horizonte y ni mucho menos calentaba, pero su reflejo sobre el agua proporcionaba cierta claridad, con tonos fríos y apagados. 

Paisajes rodeando la isla de Kvaløya
Paisajes rodeando la isla de Kvaløya

Durante la ruta paramos en los fiordos de Karldjordt y Ersfjordbotn, así como en el lago Kattfjordvatnet. Guantes y gorros son imprescindibles para salir del coche y disfrutar de unos paisajes blancos, solitarios, amplios y hasta algo sobrecogedores. Desde las alturas, las vistas son espectaculares, hasta las casas han quedado escondidas bajo un manto de nieve. Junto al lago Kattfjordvatnet, vemos acercarse a un reno, peludo y bastante escuálido, que va creando con delicadeza un camino de huellas sobre la nieve virgen. ¡La isla de Kvaløya nos recordaba que estaba viva!

Paisajes de Tromso
Paisajes de Tromso

Cruzar el puente que separa las dos islas y llegar a la pequeña localidad de Sommarøy fue de alguna forma como volver a la civilización. Nosotros nos habíamos quedado helados jugando a hacer el angel, así que paramos en una modesta taverna a la entrada del pueblo para beber un té y recuperar un poco de calor.

Sommarøy
Sommarøy

En Sommarøy, las casitas de colores y el puerto forman un paisaje de lo más pintoresco, que le da una personalidad única a este pequeño pueblo pesquero. Pero no podemos distraernos porque cada vez quedan menos horas de luz y tenemos que volver a Tromsø para intentar ver auroras boreales..

A la caza de Auroras Boreales

Cuando nos pasaron a buscar, la oscuridad era total. Nos llevaron en minibus y la primera parada fue puramente técnica. Era el momento de equiparnos con monos de nieve, guantes y botas. Nuestro guía, que también era fotógrafo profesional, nos ayudó a configurar la cámara para poder captar la danza de la tan ansiada dama verde. ¡Y hasta nos dejó unos trípodes! Las auroras son impredecibles, nunca se sabe con certeza si podrán verse o no. Aparecen y desaparecen, y aunque las más típicas son verdes, también las hay de tonos azules o morados. Además, el ojo humano no es capaz de percibir con tanta precisión los colores de éstas, por ello casi siempre se ven mejor en las fotografías que en la realidad. Sobre todo, en las fotos de larga exposición. Con toda esta información y equipo, volvimos a la carretera. Aquí empezaba nuestra caza de auroras boreales. 

La primera localización fue una playa. Arena a nuestros pies, el mar más adelante, algunas luces de ciudad al fondo y un cielo semidespejado, pero ni rastro de auroras. Esperamos, esperamos, esperamos. Hacía mucho frío, todavía más al lado del mar. De pronto, nuestro guía se acerca y nos pide que apuntemos las cámaras hacia un punto. Nosotros miramos hacia arriba y no vemos nada. Volvemos a mirar con más detenimiento y vemos una especie de neblina gris que podría perfectamente haber sido una nube. Todavía un poco escepticos apretamos el botón de disparo de nuestra cámara. Esperamos 30 segundos y ahí está: la primera aurora capturada en una fotografía.

Aurora boreal en Tromso
Aurora boreal en Tromso

¿Era esto lo que veníamos a ver?, ¿Acaso era todo un gran engaño perpetuado por las imágenes? Esto nos preguntábamos, algo decepcionados, mientras seguíamos mirando al cielo, muy concentrados, intentando que la aurora se volviera visible a nuestros ojos. Puede que en algún momento llegáramos a ver ciertos tonos verdosos, o quizá fue simplemente que quisimos verlos.

Disfrutando de la Aurora Boreal
Disfrutando de la Aurora Boreal

Después de varias horas jugando con la cámara, era el momento de entrar en calor. Sentados en círculo, sobre unas pieles y con unas mantas para cubrirnos las piernas. Un pequeño fuego en el centro y un caldo de verduras en las manos. Un escenario perfecto para hablar del pueblo Sami y sus leyendas. Este pueblo indígena escandinavo, que venera a la naturaleza como su único dios y que mantiene una conexión especial con los renos.

De hecho, cuenta la leyenda que para los Sami las auroras boreales son espíritus de personas y animales vagando en el inframundo. ¿Pero qué son en realidad las auroras? Una aurora se genera cuando las partículas cargadas que provienen del sol impactan contra el campo magnético de la tierra. 

El cielo empezaba a nublarse, así que volvimos al minibus para desplazarnos hacia otra zona. Por el camino, paramos en la carretera, en una especie de Poly Klyn. Mientras hacía cola, el cielo empezó a coger una tonalidad verdosa, que parecía incrementarse por segundos. Entré con prisas en el lavabo, haciendo todo lo posible para desvestirme y quitarme las ocho capas de ropa que llevaba encima. Pero no fui lo suficientemente rápida. Al salir al frío, ya se había desvanecido por completo. 

Llegamos finalmente al lugar donde pararíamos por última vez. Un paisaje lunar, un valle rodeado de montañas blancas, perfectamente esculpidas, y nosotros en el centro. 360 grados de una puesta en escena que parecía sacada de un metraje de fantasía. Solo el estar allí ya era un espectáculo. Seguía haciendo mucho frío y las auroras volvían a ser una neblina gris en el cielo. ¡Pero qué maravilla de lugar! 

Auroras boreales sobre la montaña
Auroras boreales sobre la montaña

Ya de madrugada, volvimos a Tromsø y aquella noche dormimos con nuestra imaginación todavía en los cielos escandinavos. 

Vista a la ciudad de Tromsø 

Empezamos el día con una guerra de bolas de nieve para activar el cuerpo antes de nuestra visita por la ciudad. Como había amanecido despejado, optamos por coger el teleférico Fjellheisen a primera hora del día. Con él superamos 420 metros para alcanzar la cima del la colina Fløya. Las vistas desde lo alto son un imprescindible en cualquier itinerario por la ciudad. Eso sí, no os olvidéis de los cortavientos porque la zona está bastante despejada. Desde arriba, se puede ver todo Tromsø adornado por un manto de nieve, así como el famoso puente que cruza el estrecho de Tromsøysundet.

Vistas desde Fjellheisen
Vistas desde Fjellheisen

Al bajar, nos esperaba la visita del edificio más icónico de la ciudad: la catedral del Ártico. Fue construída en el año 1965 por el arquitecto Jan Inge Hovig y su nombre se debe al hecho de se encuentra al norte del círculo polar, sin embargo, en realidad no es una catedral, sino una simple iglesia. Está construida con bloques de hormigón recubiertos de aluminio y unas vidreras en la cara frontal, pero lo que más destaca de ella es su peculiar forma piramidal. Es moderna por fuera y sobria por dentro, no se parece a ninguna otra iglesia que hayamos visto nunca. 

La catedral del Ártico
La catedral del Ártico

Cruzamos el puente para regresar al centro de Tromsø y pasear por la zona del puerto. Se trata de un puerto pequeño, pero muy pintoresco y animado. ¡Hasta había una fiesta en uno de los barcos! Cuando empezó a nevar, un llamativo edificio de color granate nos sirvió de refugio. Sí, estoy hablando del Museo Polar, donde uno puede empaparse de la historia de las primeras exploraciones del Ártico. En él también se pueden ver las duras condiciones en las que vivía el pueblo Sami durante el siglo XVI y qué herramientas utilizaban para la caza de focas, renos y hasta osos polares o ballenas, cuya carne y pieles garantizaban su supervivencia.

Museo Polaria
Museo Polaria

A su vez, el museo rinde homenaje a los grandes exploradores noruegos: Fridtjof Nansen y Roal Amundsen. ¿Os imagináis construir un barco de madera lo suficientemente robusto como para resistir la presión del hielo y atravesar así Groenlandia? Es precisamente esto lo que intentó Nansen en su afán de ser el primer hombre en pisar el Polo Norte. No lo consiguió, aunque en 1895 se quedó a tan solo 833 kilómetros, que por aquel entonces era lo más cerca que nadie había estado. Al volver a Noruega fue recibido con honores por su valentía y hazaña. 

El interior del museo Polaria
El interior del museo Polaria

Quien sí logró ser el primero en conquistar uno de los polos fue Roal Amundsen, que se embarcó junto a otros cuatro hombres en una expedición hacia lo desconocido que culminó en 1911 con la conquista del Polo Sur. Lo hizo consiguiendo ganarle la carrera al británico Robert Scott, que llegó solo un mes mas tarde y que lamentablemente no volvió para contarlo. Amundsen se convertía así en un héroe nacional. De hecho, el museo Polar se inauguró en el año 1978 coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte de Amundsen, que pereció en un accidente de hidroavión en una misión de rescate que partió desde Tromsø y cuyo objetivo era encontrar el equipo de Umberto Nobile, famoso entre los exploradores por ser el primero en sobrevolar el Polo Norte en dirigible. 

Dejamos atrás el Museo Polaria y todas las aventuras y campañas de exploración para seguir con nuestro recorrido por la ciudad.

Calles de Tromso
Calles de Tromso

Tomamos la calle Storgata, que es la principal calle peatonal de Tromsø, pasamos por la biblioteca y llegamos hasta la catedral, que es mucho más convencional que la conocida como la catedral del Ártico. Los más atrevidos podrán parar en alguna de las tiendas de la zona para probar y comprar carne de reno. Y los más clásicos podrán simplemente ir a Ølhallen a tomarse una jarra en la cervecería más septentrional del mundo. 

Nuestro plan de noche fue ir a una piscina climatizada que ofrecía nuestro hotel y volver para disfrutar de unos buenos juegos de mesa. 

Ice Domes: el hotel del hielo

A 90 minutos de Tromsø, en el valle de Tamok, se encuentra este peculiar hotel. Con paredes de más de tres metros de ancho y totalmente construido en hielo, esta obra de arte nórdica deja boquiabierto a cualquiera. En nuestro último día en Noruega, deecidimos venir a conocer los Ice Domes. 

Ice Domes
Ice Domes

En general, habíamos pasado mucho frío durante el viaje, pero aquí casi perdemos un dedo o dos al sacar la mano del guante para hacer una foto. La sensación térmica era de -20 grados, así que pasamos el mínimo tiempo indispensable en el exterior. De hecho, la temperatura en el interior del hotel del hielo es de -5, con lo que irónicamente se estaba mejor dentro que fuera. 

La visita empieza con un vídeo introductorio donde se explica que el hotel se construye desde cero cada invierno. El proceso tarda un mes entero y se lleva a cabo utilizando toneladas de hielo y unos globos de enormes dimensiones para crear la estructura. Cada año, se invita a escultores locales para que decoren las paredes y llenen el interior de impresionantes estatuas de hielo.

Hotel del hielo
Hotel del hielo
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Continuamos la visita y hacemos una parada en el bar, donde nos sentamos sobre unas sillas de hielo cubiertas por pieles para beber un chupito servido en un vaso, como no, de hielo. Pero lo que más disfrutamos fue el recorrer los pasadizos del hotel, iluminados con luces de colores, hasta llegar a las diferentes habitaciones decoradas con paisajes árticos, animales y motivos relacionados con la cultura Sami. 

Acabamos la excursión alimentando a un pequeño grupo de renos, que acercaban sus hocicos con curiosidad. 

Renos cerca del hotel del hielo
Renos cerca del hotel del hielo

Era febrero del año 2020 y así acababa nuestro viaje a Tromsø, que acabaría siendo el último antes de un gran parón que por aquel entonces muy pocos anticipaban. 

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