Guna Yala, una comarca indígena bañada por el Caribe

Las dos horas en coche hasta el puerto de Catí y las curvas de la carretera pronto se convirtieron en el balanceo de la hamaca que removía con suavidad el ron que degustaba Horacio. Móvil en mano, regetón en el parlante y un cielo despejado que nos regalaba unos colores en el agua difíciles de encontrar.

Para Horacio, este es su día a día durante seis meses al año. El resto del tiempo trabaja en un restaurante, pero ahora se gana la vida enseñándo a los turistas el archipiélago de Guna Yala (también conocido como el archipiélago de San Blas). 

Isla Aroma
Isla Aroma

Nos vino a buscar una pequeña embarcación de madera a motor y enseguida llamó nuestra atención una de las banderas dibujadas en el casco. Se parecía a la española, pero con una esvástica negra sobre la franja amarilla central. Era la bandera de la Revolución Guna. 

La revolución Guna

La separación de Panamá de Colombia a principios del siglo XX fue muy dura para el pueblo Guna porque su territorio quedó dividido por una frontera y se empezaron a perseguir sus tradiciones y cultura. Entre otras cosas, las autoridades de Panamá insistían en prohibir a las mujeres gunas vestir de forma tradicional y usar los accesorios que tanto las caracterizaban, como los collares de monedas o el aro de oro que llevaban en la nariz. 

En 1925, como respuesta a los intentos por parte del gobierno panameño de occidentalizar a los indígenas gunas que vivían en estas islas, se originó la Revolución Guna y se proclamó la República de Tule. 

Barco con la bandera de la revolución Guna
Barco con la bandera de la revolución Guna

Esta nueva república tuvo una vida muy corta, ya que semanas más tarde se llegó a un acuerdo entre ambas partes. La comunidad Guna accedió a dejar las armas y retirar la declaración de independencia. Por su parte, el gobierno panameño prometió garantizar al pueblo Guna los mismos derechos que al resto de ciudadanos y aceptó respetar sus costumbres indígenas. 

Como consecuencia, en el año 1938 se creo la comarca indígena de Guna Yala, una comarca autogobernada que por fin reconocía a los gunas como un pueblo

Parada en Isla Aroma y campamento base en isla Diablo

El primer contacto con este archipiélago de ensueño fue Isla Aroma. Palmeras, cabañas de madera, arena blanca y una orilla de aguas claras y poco profundas. Íbamos a pasar dos días descubriendo las islas del archipiélago de San Blas. ¡Qué maravilla!

Columpio en Isla Aroma
Columpio en Isla Aroma

Llegamos a Isla Diablo enseguida, donde se encontraba nuestro modesto alojamiento. Una cabaña con el suelo de arena y dos camas con unos colchones que probablemente no se habían cambiado desde los tiempos de la revolución. Los lavabos eran comunes, sin agua caliente y estaban fuera de  la habitación. En ellos era habitual cruzarse con algún local que también utilizaba estos servicios. Por otro lado, la electricidad también es limitada en Guna Yala ya que se abastecen gracias a paneles solares.

Contagiados por el ritmo tranquilo de las islas, lo primero que hicimos al llegar fue tumbarnos a echar la siesta. Pero no sin antes pedir un cambio de habitación, donde los muelles del colchón no se nos clavaran en la espalda.

Comimos frente al mar, pescado frito y patacones, viendo a los pelícanos descender en picado hacia el mar y volviendo a emprender el vuelo con su presa todavía en la boca.

Isla Pelícano, 2 kilómetros cuadrados de ensueño

De hecho, aquella la tarde fuimos en barco hasta Isla Pelícano. Diminuta en tamaño, con tan solo una pequeña casa, pero inmensa en belleza. El tiempo nos acompañó y como no había ni una nube en el cielo los colores del agua eran espectaculares.

Isla Pelícano
Isla Pelícano

El capitán del barco puso música, abrió una botella de ron y se tumbó en la hamaca a descansar. Rodeamos la isla, por mar y por tierra, disfrutando de sus aguas cálidas y cristalinas. También conversamos un rato con él y nos contó que hacía años un millonario había conseguido aterrizar en helicóptero en esta isla de apenas 2 kilómetros cuadrados. ¡Nos pareció de película! 

Isla Pelícano
Isla Pelícano

Tokio y Río de la Casa de Papel en isla Pelícano

Y hablando de películas, o más bien de series… Quizá recordéis que Tokio y Río en la temporada 3 de La casa de papel se esconden en una isla remota llamada ‘Isla Pelícano’. Sí, estaban en Panamá. Y es que las escenas de la serie fueron rodadas en el archipiélago de San Blas, pero no precisamente en esta pequeña isla, sino que son tomas variadas de diferentes localizaciones dentro de Guna Yala. 

Aquella noche cenamos de nuevo en isla Diablo, después de jugar a cartas con nuestros compañeros de excursión, viendo el atardecer. 

Atardecer en isla Diablo
Atardecer en isla Diablo

Snorkel en el barco hundido de Perro Chico

Nuestro segundo día en el paraíso amaneció nublado, pero eso no detuvo nuestros planes. Fuimos a comer a isla Anzuelo y por la tarde exploramos el barco hundido cerca de la isla  Perro Chico. Los peces de colores se colaban entre los recovecos del barco y nosotros los perseguíamos con el equipo de snorkel mientras intentábamos no tocar las partes oxidadas del navío.

Barco hundido en Perro Chico
Barco hundido en Perro Chico

El barco Honduras se encuentra esta localización desde el 1958 cuando fue sorprendido por un incendio mientras intentaba socorrer a una embarcación cuyo motor había quedado encallado en los arrecifes de coral de la zona. Hoy en día, la isla de Perro chico es de las más turísticas del lugar y en ella son comunes las fiestas en la playa bajo las estrellas y a la luz de una hoguera.

Piscinas naturales, tortugas y cálidos atardeceres

Después del snorkel paramos en una de las piscinas naturales de la zona, que son básicamente bancos de arena de poca profundidad donde se encuentran decenas de estrellas de mar. No estaban tan quietas las medusas de la zona, aunque no quisimos quedarnos mucho rato a comprobarlo. Los gunas han sido siempre un pueblo de marineros, un pueblo pescador, así que cuando el capitán del barco nos dijo que no eran peligrosas, nos quedamos un poco más tranquilos. 

Isla Diablo
Isla Diablo

Ya de vuelta en isla Diablo estuvimos jugando con crías de tortugas. Según nos contaron, esa especie estaba protegida y para evitar que los depredadores se las comieran en sus primeras semanas de vida, lo que hacían era alimentarlas hasta que hubieran crecido un poco y más adelante soltarlas al mar. Nuestra misión del día era llevarlas al agua en un entorno controlado para que se fueran acostumbrando al medio. Debíamos soltarlas en el mar y no perderlas de vista. Irónicamente, los gunas decían que les estaban ‘enseñando’ a nadar. 

Cenamos viendo una puesta sol protagonizada por el arcoiris y al volver a nuestra cabaña me estaban esperando unas velitas sobre una madera que Carlos había preparado minutos antes. ¡Qué forma tan especial de celebrar mi cumpleaños!

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