Agua dulce en Dumaguete

La visita de hoy son los Lagos Gemelos de Dumaguete (Filipinas) y la cascada Casaroro.

Son las nueve de la mañana y el taxi ya nos está esperando, será él el que nos lleve a la zona de los lagos. Por el camino decenas de niños nos saludan con la mano. “¡Hello! ¡Hello!”, gritan sonrientes.

Los lagos son tranquilos y están rodeados de vegetación. A la entrada dos chicos nos ofrecen dar un paseo en barca por uno de ellos, sin embargo lo rechazamos. Entre los dos grandes lagos hay un camino de rocas resbaladizo y un mirador en forma de casa de madera. También hay una zona de picnic, en ella una pareja. Él tiene el pelo largo y marrón y ella es rubia, muy guapa. Están comiendo un mango y resultan encantadores.

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Aparece una chica, con una camiseta rosa y un turbante en la cabeza. “Sois españoles, ¿verdad?”, pregunta con un leve acento aragonés. Era la primera turista española que veíamos en casi dos semanas de viaje. Quería saber si el camino hacia el segundo lago era bueno. Le dijimos que sí, se despidió con un “agur” y se fue a paso tranquilo. Nosotros nos quedamos debatiendo el lugar de  procedencia de la chica.

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Encontrar la cascada de Casaroro nos costó un buen rato. La carretera no era nada buena, además había que subir una cuesta y bajar 330 escalones. A partir de ahí, seguir el curso del río. La cascada era fina y muy alta, estaba bien escondida. Había muchos bichos, los más incómodos: los mosquitos. Me llamó la atención uno dorado, muy pequeño, parecía un escarabajo.

Tuvimos que abrirnos paso entre las rocas y los restos de lo que parecía un camino destrozado pero al final llegamos y mereció la pena.

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