Rodeando la isla de Siquijor

Nos dirigimos en Barco a la isla de Siquijor (Filipinas), a una hora de camino desde Negros. Nada más llegar nos encontramos en el puerto una docena de triciclos filipinos que nos esperan para ofrecernos sus servicios. Decidimos contratar uno de ellos para dar la vuelta a la isla (unos 70Km), parando en algunas playas y puntos de interés. No hay nada de tráfico y, por el camino, todos nos saludan con una sonrisa de oreja a oreja. Hay cortezas de coco secándose en la carretera. No se ve ningún turista.

La primera parada es en una pequeña cala. No hay nadie, solo el que vende el ticket de entrada. La arena es blanca y fina y el agua está muy clara. Se pueden ver estrellas de mar y pececillos de colores vivos, como si hubieran sido pintados por niños. El sol calienta la arena y nuestros cuerpos. Hay también un tobogán artificial de color azul desgastado. Permanecimos en la playa un buen rato, jugando a ser buceadores y bronceando nuestra piel en la orilla.

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Volvemos al triciclo después de una hora. La siguiente parada es una iglesia cristiana, en mi opinión, sin demasiado interés. Estamos allí escasos minutos.

A continuación visitamos el árbol sagrado. La leyenda cuenta que este árbol de más de 400 años en el pasado fue utilizado para realizar curas, las brujas y hechiceros lo usaban para elaborar sus pócimas. Se trata de una variedad de ficus, de grandes dimensiones envuelto por una pequeña piscina repleta de peces.

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La próxima parada son unas cascadas. Bajamos unas escaleras y allí están. El agua es verde y no se ve el fondo. Hay una liana para saltar que no dudamos en utilizar. En las rocas hay un chico que me dirige la palabra. Después de los convencionalismos adecuados (¿De dónde sois? ¿Cómo te llamas? ¿Es la primera vez en Filipinas?) me pregunta por algo que no entiendo. Me lo ha de repetir tres veces más. Al fin logro comprenderle. ¡Facebook! Me estaba preguntando si tenía Facebook. Se lo dejo escrito y seguimos nuestra ruta en triciclo.

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La última parada es en otra playa, esta vez mucho más grande. Es la típica playa tropical. Nada más dejar las toallas escuchamos: “¡Ahí no, ahí no!”. Nos íbamos a sentar bajo un cocotero. “Es peligroso porque pueden caer cocos y darte en la cabeza”, nos dijo un hombre a modo de explicación. Cambiamos las bolsas de lugar y allí nos tumbamos a disfrutar de los últimos instantes en la isla de Siquior.

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Ahora solo queda volver al puerto y regresar a Negros, a descansar en el hotel.

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