Esperando la cena en la playa de Panglao

Las mesas y sillas de madera descansan por la noche sobre la arena de la playa de Panglao (Filipinas). Decenas de restaurantes, en primera línea del mar, ofrecen una cena a base de pescado y marisco: atún, calamares, salmón, gambas… También hay carnes, sobretodo pollo y cerdo, todo cocinado a la brasa. El humo de las barbacoas envuelve el ambiente, su olor se entremezcla con la sal marina y la brisa nocturna.

Cenar allí es agradable, con arena entre los pies y vistas al mar.

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Un grupo de niños filipinos, bajitos y muy delgados, corre de mesa en mesa tocando un ukelele y cantando con una fingida expresión de tristeza.

Hay bastantes perros que se sientan a tu lado pacientemente, esperando para ver qué pueden llevarse a la boca.

Hay uno en concreto que se gana la comida apoyando la pata sobre tu pierna. Se ven los flashes de un grupo de chinos que utiliza la cámara incesantemente. Uno de ellos, abandona su labor como fotógrafo y le tiende su plato con los restos de comida a uno de los perros, que moviendo la cola lo lame encantado.

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Pasa una niña, con un jersey rojo que le viene algo grande, agarra con su mano una fina cuerda, en el extremo de ésta se retuerce un cangrejo del tamaño de un pie. Le siguen otros niños, divertidos, jugando con su nueva mascota.

Cenando hay bastantes parejas que disfrutan de lo que se llama “una cena romántica”. La mayoría están formadas por mujeres filipinas y hombres occidentales. Un divertido contraste: ellas morenas y sonrientes, ellos tan pálidos y rubios.

De fondo se escucha una voz tan aguda como femenina que canta en un bar no muy lejano.

Se ven estrellas en el cielo, el mar esta tranquilo y el camarero que trae nuestra cena ya se acerca.

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