Huímos de Christchurch a Akaroa, la Nueva Zelanda francesa

Christchurch es, tristemente, una ciudad destartalada y en ruinas. Todo debido al devastador terremoto que tuvo lugar tres años atrás. Conocido también como el Terremoto de Canterbury, este sismo y su réplica provocaron apagones generalizados de luz, el derrumbamiento de edificios (entre ellos la catedral),  y dejaron más de 150 muertos.

Preferimos dejar atrás Christchurch y dirigirnos hacia un lugar un poco más reconfortante. Elegimos Akaroa.

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Se trata de un pequeño pueblo pesquero situado en la península de Banks, a 84 km de Christchurch. La carreta que conduce hasta allí, a pesar de las curvas, es una fantástica oportunidad para disfrutar de las vistas de la bahía. Este pueblo está situado en una zona de actividad volcánica, es por esto que alberga una flora y fauna bastante particular, por ejemplo, podemos destacar los delfines hector, los más pequeños del planeta.

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Sin embargo, lo más característico del lugar es su visible influencia francesa. Esto es debido a la ambición de un capitán francés que a mediados del el siglo 19 quiso adquirir algunas tierras dentro de la bahía de Banks. Hoy en día podemos ver carnicerías, cafés y restaurantes de estilo francés distribuidos por todo el pueblo.

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El paseo marítimo de este tranquilo pueblo vacacional cuenta con toda una línea de restaurantes donde poder disfrutar del pescado fresco más fresco. Al final de éste se encuentra un antiguo faro que fue construido en 1980 y, aunque ahora mismo no se encuentra funcionando, se conserva en perfecto estado y puede ser visitado.

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