Moeraki Boulders y pingüinos cerca de Oamaru

De camino a Oamaru, es absolutamente imprescindible pararse en la playa de Koekohe para observar las formaciones rocosas en forma de esfera que reposan sobre la arena. Estas impresionantes rocas se conocen con el nombre de Moeraki Boulders. Están huecas por dentro, miden entre medio y dos metros de diámetro y pueden pesar hasta siete toneladas.

Algunas de ellas yacen intactas en la orilla de la playa, sin embargo otras están fragmentadas por completo o poseen pronunciadas grietas.

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La formación de estas rocas Moeraki todavía sigue despertando la curiosidad de muchos. Parece ser que su origen se remonta nada y más y nada menos que a un proceso de cristalización de minerales producido 60 millones de años atrás. Estas rocas quedaron sepultadas por la tierra y más tarde, gracias a la erosión del agua y el viento, emergieron de la montaña. Las rocas Moeraki, consideradas sagradas para los maorís, despiertan hoy en día la admiración de quien, con la boca abierta, observa su perfección.

Nos cuesta trabajo despedirnos de esta playa pero aún nos queda mucho por ver en esta fascinante isla.

La próxima parada es en Oamaru, un lugar excelente para ver pingüinos en su hábitat natural. Los hay de dos tipos: los de ojos amarillos y los pequeños pingüinos azulados.

Los pingüinos de ojos amarillos son algo más difíciles de ver, sin embargo, hay un mirador en lo alto de un acantilado, con vistas a unas de las playas, donde las probabilidades de avistar estos simpáticos animales son mayores.

Nada más llegar al sitio vemos algo negro moverse entre las olas. ¿Es un pingüino? No lo sé, no lo parece, serán algas. Sí, creo que sí lo es.

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Al final, nuestro pingüino se digna a salir del agua, da un par de saltitos y se esconde caminando graciosamente en el otro lado de la playa. Es el momento de regresar a la madriguera después de un intenso día de pesca.

Para ver a los pingüinos azules contratamos una visita nocturna a la colonia de Omaru. Decenas de pingüinitos azules cruzan la orilla y vuelven a su madriguera. Son los más pequeños del mundo, miden unos 30 cm y pesan aproximadamente un kilo.

 

 

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