Visita exprés a Bucarest: Comunismo y Revolución

Bucarest ya no es aquella ciudad decrépita y sin vida de la hablan los viajeros que la visitaron hace décadas. Y es que la capital de Rumanía se ha convertido en los últimos años en una agradable y animaba ciudad europea. El lavado de cara que se le ha dado a Bucarest está dando sus frutos y, hoy en día, la visita de esta ciudad es una interesante parada en todo viaje a Rumanía. No solo por su interés cultural e histórico, sino también por el ambiente de sus calles peatonales.

Centro de Bucarest – La iglesia de Stavropoleos
Centro de Bucarest – La iglesia de Stavropoleos

Llegada a Bucarest – Caos y vida nocturna

Precisamente, nuestro recorrido de dos semanas por Rumanía y Bulgaria comenzó en la capital rumana. Llegamos al aeropuerto de Bucarest a media tarde y, cuando parecía que habíamos empezado el viaje con muy buen pie, llegó el primer percance. Para movernos por el país, decidimos alquilar un coche desde el aeropuerto, sin embargo, la compañía con la que contratamos el servicio no parecía tener ningún mostrador allí. No nos habían dado ningún tipo instrucción o información de contacto, así que tuvimos que preguntar varias veces hasta que finalmente nos recomendaron que volviéramos a la zona de llegadas para ver si alguien de la empresa nos estaba esperando allí. No fue el caso, pero por suerte, sí que encontramos un agente que trabajaba para Klass Wagen. Le preguntamos y, aunque no nos tenía en su lista, nos dio instrucciones para que cogiéramos el autobús lanzadera que conectaba el aeropuerto y sus oficinas. Una vez allí todo se volvió más sencillo.

Esta pequeña anécdota es un buen reflejo de lo que más adelante comprobaríamos en el resto del país: la desorganización y el caos que se esconden bajo una aparente normalidad.

Llegamos al hotel bastante tarde y enseguida nos fuimos al centro de la ciudad con la intención de cenar y de tener una primera toma de contacto. Cogimos un taxi para ese trayecto y el conductor, en un más que aceptable español, nos contó sus peripecias como camarero en Cataluña. Fue muy amable, aunque nos dejó algo preocupados con sus advertencias: “Tenéis que tener cuidado en este país. Hay gente buena, pero también hay personas muy malas. Más o menos la mitad”, nos dijo el conductor. “¡¿Más o menos la mitad?!”, pensamos nosotros alarmados, aunque la verdad es que luego no tuvimos ningún problema en Rumanía más allá de algunas caras largas y la falta de organización.

Cenamos en una terraza del café Van Gogh y paseamos por las calles peatonales del centro de la ciudad. Nos quedamos embelesados con tres jóvenes músicos que tocaban un variado repertorio de clásicos sirviéndose de dos violines y un teclado. Seguimos nuestro paseo y no tardamos en llegar a las calles con más ambiente de la capital. Allí los distintos locales competían por ver quién podía poner la música más alta. Luces de neón, chicas bailando encima de la barra, locales de masajes y clubs de striptease. Todo esto y mucho más es lo que ofrece la noche de Bucarest. Nosotros, que esperábamos encontrar una ciudad casi dormida, nos quedamos con la boca abierta. Cuando nos cansamos del espectáculo, volvimos al hotel a descansar.

A la mañana siguiente nos despertamos temprano y decidimos unirnos al free tour de Bucarest. Siempre nos gusta hacerlo en las ciudades europeas para situarnos en el mapa y conocer un poco más sobre las costumbres y la historia del lugar. Livia fue nuestra guía, una adorable chica rumana que nos habló durante dos horas del pasado y el presente de la ciudad. Sobre todo, hizo hincapié en la época comunista y en la revolución que la sucedió.

La iglesia de la Corte Vieja – La más antigua de la ciudad
La iglesia de la Corte Vieja – La más antigua de la ciudad

Rumanía: Dictadura comunista y Revolución

Rumanía estuvo hasta el año 1989 sometida a una dictadura comunista encabezada por el líder Nicolae Ceaușescu. Durante los 25 años que duró la dictadura, la vida en país se endureció radicalmente. La libertad de expresión y de prensa quedaron anuladas, los nombres de las calles se cambiaron para venerar a figuras del socialismo y se implementaron atroces políticas para aumentar la población del país. Cuatro hijos era lo mínimo y diez lo ideal. Los fetos pasaron a ser propiedad pública, se prohibieron los anticonceptivos y se empezó a perseguir a personas sin descendencia haciendo que pagaran mayores impuestos. Como consecuencia de estas medidas, la población aumentó notablemente, pero también lo hizo la mortalidad infantil.

En los años 80, para saldar la deuda externa, Ceaușescu puso en marcha un plan de políticas de austeridad que impulsaba la exportación masiva de alimentos, dejando a los rumanos sin prácticamente nada que llevarse a la boca. Dos horas de cola era lo mínimo para conseguir unos pocos alimentos básicos. Además, este racionamiento fue acompañado de unas estrictas políticas de ahorro energético.

Por si no fuera suficiente, también se llevó a cabo un programa de urbanización rural que supuso la desaparición de más de 8.000 pueblos y la reubicación de sus habitantes en enormes bloques de viviendas. La policía secreta, que actuaba de forma violenta y sin contemplaciones, era el principal instrumento de Ceaușescu. Se dice que en la década de los ochenta, 1 de cada 30 personas había sido reclutada por este cuerpo, y por ello, la sensación de inseguridad y desconfianza era constante.

Plaza de la Revolución de Bucarest
Plaza de la Revolución de Bucarest

Finalmente, en el año 1989 cayó el muro y con él también lo hicieron los grandes regímenes comunistas formados después de la guerra. En el caso de Rumanía, la revolución fue muy violenta e incluso continuó más allá de la muerte del dictador. De hecho, hubo enfrentamientos entre manifestantes y la policía que se saldaron con miles de muertos. Ceaușescu y su mujer acabaron siendo juzgados y condenados al paredón por un tribunal anónimo. Después de su muerte, se emitieron en televisión imágenes de sus apartamentos privados llenos de lujo y ostentación.

Todo esto nos explicaba Livia mientras recorríamos las calles de Bucarest, impresionados por la proximidad temporal de estos hechos históricos. Cuando acabó el tour nos despedimos de Livia y compramos unos bocatas antes de coger el coche para dirigirnos al Palacio del Parlamento, la gran obra arquitectónica de Ceaușescu.

El Palacio del Parlamento de Bucarest

El Palacio del Parlamento de Bucarest
El Palacio del Parlamento de Bucarest

Realmente es un edificio impresionante por su tamaño y simbología. El dictador quería que representara su todo su poder y magnificencia. Precisamente por este motivo, se encuentra situado al final de un gran bulevar, que es el que acogería los desfiles en honor a Ceaușescu. Actualmente, este parlamento es el segundo edificio administrativo más grande del mundo, pues la primera posición la ocupa el Pentágono. Cuentan las malas lenguas que el único motivo por el cual Ceaușescu escogió este modelo fue porque su maqueta era la más grande que vio. Como resultado, la joven arquitecta Anca Petrescu fue la que diseñó este colosal monumento.

El Parlamento ocupa una superficie de 340.000 m ² y para su construcción se tuvieron que demoler más de 7.000 casas, 12 iglesias y varios monasterios y sinagogas. El coste total del proyecto fue de unos 3.000€ millones de euros. Es importante señalar que Ceaușescu nunca llegó a ver su obra terminada y, de hecho, nosotros tampoco lo hicimos ya que el parlamento no se encuentra completamente terminado.

Rodeamos el edificio con el coche y paramos para contemplar su tamaño y comernos frente a él los bocatas que habíamos comprado. El Palacio del Parlamento de Bucarest no decepciona y es que es sin duda el mayor punto de interés de la ciudad.

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