Viaje en sept-place desde Zinguinchor hasta Tambacounda

El camino desde Ziguinchor hasta Tambacounda (400 km)  no fue fácil ni rápido, pues tardamos todo un día en llegar. Aquello que dicen de que en África no puedes ir con horarios ni prisas lo experimentamos en nuestras carnes en el trayecto desde la zona de la Casamance hasta Tambacounda.

Sobre las 9:00 de la mañana ya estábamos en la estación de autobuses de Ziguinchor esperando para coger un sept-place hasta Kolda, nuestra primera parada. Mientras esperábamos se acercaron diferentes niños a pedir dinero, muchos de ellos en harapos y sin zapatos. Algunos de ellos hacían de lazarillos a hombres ciegos. Eran ignorados por la mayoría de personas aunque siempre había alguien que les acababa dando algunas monedas. Cuando esto ocurría se acercaban en el resto de niños de los alrededores para reclamar su parte. En las estaciones también era habitual encontrar vendedores ambulantes de comida y agua.

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Tardamos un buen rato en salir y además nos tocó el sept-place más hortera y caluroso de la estación, pues los asientos del coche estaban cubiertos por una especie de funda de pelo multicolor. Estaba previsto que tardásemos unas tres horas en llegar pero al final se convirtieron en casi cinco. No sé cuántos controles militares pasamos porque perdí la cuenta después del sexto o séptimo. En algunos de ellos nos dejaban pasar sin parar, en otros nos pedían el pasaporte y preguntaban cuatro cosas. En ocasiones, incluso te hacían bajar del vehículo y caminar un tramo antes de volver a subir. Todo esto, junto a los miles de badenes colocados en las carreteras, ralentizaba mucho el viaje.

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La alta presencia militar en las carreteras de esta zona solamente se explica por el conflicto separatista de la región de Casamace que se remonta al año 1982. Actualmente, hace ya más de 3 años que no se registra ningún enfrentamiento violento, no obstante, todavía quedan guerrilleros escondidos en la selva.  Esta disputa enfrenta al Gobierno senegalés representado por el ejército del país y a la guerrilla independentista conocida con el nombre de Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC). Este conflicto por la independencia se ha cobrado ya más de 5.000 vidas en la región y ha provocado el desplazamiento de miles de personas. Los procesos de negociación han sido múltiples a lo largo de estos años, sin embargo, todavía no se ha llegado a una solución que sea satisfactoria para las dos partes.

Llegamos a Kolda mucho más tarde de lo previsto y allí todos los restaurantes estaban cerrados. Al final, acabamos entrando en un local cerca de la estación de autobuses donde una joven senegalesa nos preparó una tortilla. No nos entretuvimos mucho con la comida porque todavía nos faltaba más de medio viaje así que después de acabar nuestros platos e ir al lavabo en la parte de atrás del restaurante volvimos a la estación.

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Estuvimos esperando un buen rato hasta que se llenó el sept-place que nos llevaría a Tambacounda. \”Pagad dos plazas más y salimos ya\”, nos decían. \”No tenemos ninguna prisa\”, contestábamos nosotros. Además, ya habíamos pagado un total de 3 plazas para ir más cómodos y no estábamos dispuestos a que se aprovecharan de nosotros. Aun con todo, acabamos repartiéndonos los gastos del billete de un hombre que no tenía suficiente dinero. Después de pelearnos con el conductor y de haber esperado horas en la estación, por fin se puso en marcha el vehículo. En este trayecto también paramos muchísimo aunque por suerte disminuyeron los controles militares. En el asiento del copiloto había un altavoz de medio metro así que fuimos escuchando la radio la mayor parte del camino.

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Cruzamos por diferentes poblados y en medio de uno de ellos nos detuvimos, como no, por un problema con el sept-place. Ya no llovía pero se había hecho de noche, por lo que las calles y carreteras se encontraban completamente a oscuras. Salimos del coche y compramos unos plátanos mientras el conductor desmontaba la rueda trasera del sept-place. No llevaba ninguna rueda de recambio así que la limpió un poco y la volvió a colocar. Para nuestra sorpresa, la técnica funcionó y el coche dejó de hacer ruido. Cuando finalmente llegamos a Tambacounda estábamos exhaustos y ni si quiera sabíamos si iba a haber alguien esperándonos en la recepción del hotel. Una vez más, un trayecto que debería haber sido de unas tres horas acabó siendo de más de cinco.

Por suerte, cuando llegamos al hotel pudimos hacer el check-in sin problemas e incluso nos dimos un baño en la piscina. Intentamos negociar la visita del parque Niokolo-Koba para el día siguiente pero no tuvimos mucho éxito. La cena de esa noche fueron los plátanos que habíamos comido durante el camino y unas galletas que llevábamos para situaciones así. En la habitación de ese hotel, acabamos poniendo el colchón en el suelo porque el calor era insoportable pero el aire acondicionado apuntaba directamente a la cama. Les dimos las buenas noches a los bichitos que corrían libremente por allí y nos dormimos pensando: \”Bien, por fin hemos llegado Tambacounda\”.

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