Llegada a Dakar y descanso en Somone

Llegamos a la capital de Senegal a las 19:30 de la tarde en un avión de Vueling, directo pero bastante estrecho y sin recibir ningún tipo de comida. Un dato curioso es que en el avión ya éramos prácticamente los únicos blancos. Nuestro compañero de fila era un senegalés proveniente de Kaolack. Volvía a su país después de haber pasado el verano en el sur de España trabajando en la fruta. Charlamos un rato y nos habló de su ciudad y costumbres. Íbamos a pasar dos semanas en Senegal así que cualquier información era bienvenida.

 

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Llegamos a Dakar puntuales y nuestras maletas ya nos estaban esperando. En el aeropuerto de destino se acumulaban bolsos y maletas que parecían no tener dueño. Recogimos nuestros bultos y antes de cualquier otra cosa nos untamos de repelente de mosquitos, pues ya habíamos visto volar algunos bichos. Cambiamos dinero allí, donde nos hicieron un cambio realmente bueno y sin ningún tipo de comisión. Cambiamos unos 400€ para empezar el viaje y recibimos un fajo de billetes senegaleses. El cambio estaba a 1€ = 656.000 CFA.

Salimos del aeropuerto esquivando a unos chicos que intentaban vendernos tarjetas SIM del país pero fuimos interceptados por un hombre con chilaba y babuchas que nos ofrecía un transporte hasta el hotel. Después de nuestra primera negociación conseguimos que nos llevara a nuestro hotel por 5.000 CFA. Él no era el conductor así que después tuvimos que volvernos a pelear con éste último para que nos mantuviera el precio. ‘¡Para el coche!’, le dijimos, ‘ya encontraremos otro taxista’. Al final cedió y conseguimos llegar al hotel La Villa Blanche, que estaba realmente cerca del aeropuerto.

Ya nos estaba esperando el recepcionista y nos recibió con simpatía. El único problema era que se había hecho tarde y todavía no habíamos cenado pero como llevábamos algunas galletas pudimos subsistir. ¡Ya estábamos en Senegal! Además, la habitación del hotel estaba bastante bien, limpia y provista de aire acondicionado así que dormimos de maravilla.

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Por la mañana desayunamos en el mismo hotel un zumo, un poco de pan, té y tortilla. Pagamos la noche y preguntamos cuál era la mejor manera de desplazarnos hasta Somone, nuestra primera parada del viaje. Un taxi directo hasta Somone era demasiado caro así que optamos por coger un taxi hasta la estación de Dakar y desde allí un Sept Place hasta Somone. Este tipo de coches son el modelo Peugeot 504 o 505, tienen un precio estándar (normalmente) y hacen trayectos fijos de una ciudad a otra. Como su nombre indica, los sept place tienen un total de 7 plazas más la del conductor. Además, salen de la estación cuando se cubren todas las plazas, por lo tanto, puedes esperar muy poco rato o pasar horas hasta que el vehículo está completo. Por otro lado, las maletas tienen un precio variable que cambia en función del humor del encargado, aunque no se debería pagar más de 1.000 CFA. En las estaciones venden diferentes pastas, fruta y también unas pequeñas bolsas de agua que se agujerean con la boca para abrirlas. Son potables así que no debería existir ningún riesgo al beberlas.

Enseguida encontramos el sept place que viajaba hasta Somone y lo mejor es que salimos enseguida. Este tipo de vehículos son de lujo para los senegaleses pero esto no quiere decir que sean cómodos, amplios ni rápidos. Es más, normalmente vas bien apretujado, con las rodillas tocando el asiento de delante y la cabeza rozando el techo del coche. Además, los sept place son unas verdaderas cafeteras. Son coches franceses que en cualquier lugar de Europa estarían en un desguace.

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Viajamos un rato en sept place hasta que llegó un momento en que nos dijeron: \”aquí, aquí, vosotros bajáis aquí\”. En francés obviamente, que es el idioma en el que se comunican con los turistas. Estábamos en medio de una carretera donde había un desvío y allí nos dejaron. No hubo manera de que nos acercaran hasta nuestro destino. Finalmente bajamos del coche y empezamos a hacer dedo. Al final nos pusimos de acuerdo con unos chicos jóvenes que nos dijeron que nos acercaban al hotel. Uno de ellos, Mumu, hablaba francés perfectamente y estuvo intentando conversar con nosotros hasta que nos paró la policía. Lo primero que hizo el agente fue preguntar por el permiso de conducir. El conductor lo buscó por todos lados pero nunca llegó a aparecer. \”Las llaves\”, le dijo muy serio el policía y a continuación las requisó. ¡Parecía que no fuéramos a llegar nunca! Los chicos se quedaron allí retenidos y nosotros decidimos irnos. Bajamos del coche y Mumu nos ayudó a negociar un último viaje hasta nuestro alojamiento. Esta vez no hubo percances y conseguimos llegar por fin al hotel Le Phenix, un sitio muy cuidado y en primera línea del mar.

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Hicimos el check in y nos fuimos a comer algo. Somone es una pequeña población que se recorre rápidamente. Todo parecía cerrado así que tuvimos que preguntar a un chico que vimos en la calle dónde podíamos comer. Nos acompañó hasta un restaurante que era de un familiar suyo y allí comimos un rico pescado a la brasa.

Después de comer fuimos a la playa que se encontraba enfrente de nuestro hotel. No había absolutamente nadie y pudimos disfrutar de un agradable baño con total tranquilidad. El sitio estaba limpio y la temperatura del mar era buena. Vimos una familia de senegaleses que había salido a correr y que nos saludó desde la distancia. Al cabo de un ratito cambiamos el agua salada por la piscina del hotel y tuvimos el placer de observar cómo unos pequeños pajarillos amarillos construían un nido con las ramas de varias palmeras.

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Fuimos a cenar a un restaurante bastante elegante (el más elegante que vimos durante todo el viaje). La comida fue exquisita y también lo fue el trato. Además, el precio fue muy asequible. Después de la cena acabamos de planear el día siguiente y nos acostamos temprano. ¡Había sido un buen primer día!

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