- La plaza de la independencia de Sofía
- Museo de historia y fuentes públicas
- La plaza de la Tolerancia y la catedral de Alexander Nevski
- Las martenitsas: qué son estas pulseras que vemos en los árboles
- Sveta-Nedelya: la catedral del atentado
- Sveti Georgi, la iglesia más antigua de Sofía
- El fascinante monasterio de Rila
- La montaña de Vitosha y su monasterio
La capital de Bulgaria fue nuestro punto de partida para visitar el país. Veníamos de pasar 8 días en Rumanía recorriendo la zona de Transilvania, y Sofía fue nuestra puerta de entrada a la cultura búlgara. Nos esperaba el mar negro, monasterios, ciudades cosmopolitas y pueblos medievales. Todo esto acompañado de una buena gastronomía y mucha historia.
Nada más aterrizar, dejamos las maletas en el hotel de unos amigos con los que justo habíamos coincidido en este viaje y decidimos unirnos a un free tour para conocer un poco mejor la ciudad, su cultura e historia.
Sofía consigue transmitir una imagen amable al visitante a pesar de su evidente pasado comunista. Y es que esta ciudad fue en gran parte reconstruida al más estilo soviético después de ser bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial.
La plaza de la independencia de Sofía
Probablemente, la Plaza de la Independencia es uno de los mejores lugares para empezar a visitar Sofía, ya que es considerada el centro de la ciudad.
Donde antaño se alzaba una figura colosal de Lenin, hoy podemos ver una estatua dedicada a Santa Sofía, que representa la sabiduría.
Frente a esta estatua encontramos lo que se conoce como el triángulo de poder búlgaro, representado por tres enormes edificios de estilo soviético que hoy en día se utilizan con fines gubernamentales. El que actualmente acoge la Asamblea Nacional Búlgara fue antaño la sede del Partido Comunista y donde ahora vemos la bandera de Bulgaria antes hubo una Estrella Roja de cinco puntas.
Y es que la plaza de la independencia da muchísimo de sí porque es justamente en este enclave, concretamente bajo tierra, donde podemos encontrar un yacimiento arqueológico romano de la antigua ciudad de Serdica. Probablemente este nombre no os diga nada, pero fue el que le dieron los romanos a esta ciudad, que siglos más tarde pasaría a llamarse Sofía. Para visitarlo solamente tenéis que dirigiros a la estación de metro de Serdikka.
Museo de historia y fuentes públicas
Muy cerca de esta parada de metro, encontramos uno de los edificios más bonitos de la capital búlgara: el Museo de Historia de Sofía. Éste se encuentra en el antiguo Palacio de los Baños, un complejo de aguas termales que fue construido en el siglo XX donde antes se encontraban unos antiguos baños turcos.
Y es que como ya habéis podido observar, Sofía bebe de muchísimas culturas e influencias. Para nosotros fue fácil pasear por los jardines e imaginarnos tomando un baño relajante.
Al lado de este museo se encuentra un lugar muy particular: las fuentes de agua potable de la ciudad. ¡Todos los búlgaros vienen cada día a llenar sus garrafas de agua! Cuando pasamos nosotros no había casi gente, pero lo cierto es que se llegan a forman grandes colas alrededor de estas fuentes.
La plaza de la Tolerancia y la catedral de Alexander Nevski
Fueron dos horas de tour, donde empezamos a familiarizarnos con la ciudad y el carácter de los búlgaros. Nos llamó también mucho la atención la plaza de la tolerancia, donde se encuentran una mezquita, una sinagoga, una iglesia cristiana y otra ortodoxa. Y es que si por algo destaca Sofía es por su diversidad y mezcla de culturas.
Seguimos nuestro camino y llegamos a uno de los momentos más esperados de esta visita. ¿Os imagináis cuál es?
La catedral de Alejandro Nevski, construida a principios del siglo XX en estilo neobizantino, es uno de los enclaves más reconocidos de Sofía. Se encuentra dentro de las 10 iglesias ortodoxas más grandes del mundo y es que en ella caben hasta 10.000 personas.
Una curiosidad es que en la cúpula central se encuentra escrito el Padre Nuestro en letras doradas. Su nombre es un homenaje al gobernante Alejandro Nevski, conocido por su papel en la defensa del cristianismo ortodoxo. Esta catedral es considerada un símbolo de la ciudad, pero no es ni mucho menos el único punto de interés de Sofía.
Durante nuestro recorrido, también visitamos la iglesia de Sofía, construida en la época bizantina, concretamente en el siglo VI. De hecho, esta pequeña iglesia es la que daría el nombre a la ciudad ocho siglos más tarde. Su arquitectura es paleocristiana y una de las cosas más curiosas es que se encuentra sobre una necrópolis romana de la antigua ciudad de Serdika.
Si estáis por la zona también es recomendable acercarse a ver la iglesia rusa de San Nikolas, sus mosaicos azules y cúpulas doradas la hacen única en la ciudad.
Las martenitsas: qué son estas pulseras que vemos en los árboles
Una cosa que nos llamó mucho la atención fueron las pulseritas de lana que colgaban de los árboles en algunos parques. Se llaman martenitsas y son típicas del mes de marzo. Cuenta la leyenda que la abuela Marta controlaba el tiempo y que cuando estaba feliz las cosechas eran abundantes. Por ello, los búlgaros cuelgan estas pulseritas o se las regalan a sus familiares y amigos diciendo ‘Chestita Baba Marza’ que significa algo así como ‘Feliz Abuela Marta!’.
Cuando cuelgas una martenitsa en un árbol puedes pedir un deseo y éste se te cumplirá de inmediato. La tradición dice que estos adornos tienen que llevarse hasta que veas una cigüeña o una flor, pues esto significa que la primavera ya ha llegado.
Cuentan también que esta leyenda está relacionada con los orígenes del imperio búlgaro. Cuando Khan Asparuh ató un cordel blanco a las patas de un águila para anunciar su victoria sobre el imperio bizantino, una flecha atravesó el ave manchando de sangre el hilo blanco. A pesar de todo, el águila consiguió llegar a su destino y desde entonces Asparuh decretó que los colores blanco y rojo simbolizarían la esperanza y fuerza del pueblo búlgaro. Es por esto que las martenitsas tradicionales están hechas de estos dos colores.
Sveta-Nedelya: la catedral del atentado
No todo fueron visitas agradables y es que en nuestro tour también paramos en la catedral de Sveta-Nedelya, donde tuvo lugar el atentado terrorista más trágico de toda la historia del país.
Ocurrió en el año 1925 durante el funeral del general Konstantin Georgiev, que había sido asesinado días antes por los comunistas. Aquella mañana, un total de 128 personas, entre ellos múltiples políticos y oficiales del ejército, perdieron la vida cuando varios miembros del Partido Comunista Búlgaro hicieron estallar la cúpula central de la catedral.
Esa misma tarde se proclamó la ley marcial y durante las siguientes semanas se realizaron más de 3000 detenciones y se condenó a muerte a más de 200 personas. Por su parte, el grupo de extrema derecha conocido como la Liga Militar propició el asesinato de más de 400 personas sin pasar por una previa condena judicial, entre ellas el reconocido poeta búlgaro Geo Milev. En cuanto a los autores del atentado, éstos consiguieron escapar y buscar asilo en la Unión Soviética.
Sveti Georgi, la iglesia más antigua de Sofía
Tampoco os podéis perder la iglesia de Sveti Georgi, que se encuentra en escondida en un patio interior de un edificio cercano. Se trata de un pequeño templo de ladrillo de origen medieval y es el edificio más antiguo de toda Sofia, pues data del siglo IV.
Cuando acabó el tour, fuimos a reponer fuerzas con una buena comilona y por la tarde decidimos visitar el mercado de las mujeres, que es el más antiguo de la ciudad. En él puedes encontrar todo tipo de comida, sobre todo fruta y verdura fresca. ¡No hay forma mejor de acabar el día que con un kilo de cerezas!
Después de esta visita exprés a Sofía nos dirigimos al aeropuerto, pues aquella misma noche volábamos a Burgas, en la costa este del país. Íbamos a pasar varios días en la costa del mar Negro visitando Nesebar y Sozopol y luego volveriamos en coche hasta Sofía en una ruta de tres días.
Lo primero que hicimos al volver a la capital después de pasar una semana visitando otras zonas del país fue dirigirnos al monasterio de Rila, que se encuentra a 120 km de Sofía.
El fascinante monasterio de Rila
El monasterio ortodoxo de Rila, situado entre montañas y cubierto a menudo de neblina, no hace justicia a ninguna de las fotos que podéis encontrar por Internet: ni por su tamaño ni por su belleza. El complejo tiene más de 8.000 metros de extensión y se ha convertido en el principal centro espiritual y de peregrinación dentro de Bulgaria.
Fue fundado en el siglo X en homenaje al ermitaño Juan de Rila. Este monasterio tuvo un papel crucial en preservar la cultura y religión búlgara en la época de dominación otomana a pesar de los constantes saqueos.
Un incendio en el año 1833 estuvo a punto de echar a perder el lugar. Por fortuna, estos hechos se dieron en pleno Renacimiento Nacional Búlgaro y esto propició que la reconstrucción del templo empezara solamente un año más tarde. A día de hoy, el monasterio de Rila es considerado un importante símbolo de la resistencia e idiosincrasia búlgara.
Empezamos visitando la cocina del monasterio, que se encuentra en uno de los patios del recinto. Como podréis ver por las dimensiones de los utensilios de cocina, aquí se preparaba comida para los cientos de peregrinos que recibía el monasterio.
La torre Hreliova, es la más antigua del lugar, pues es la única estructura del siglo XIV que se conserva. Sin embargo, el edificio de mayor interés es la iglesia de Rozhdestvo Bogorodichno. Este monasterio es único por sus arcadas a rayas, las cúpulas amarillas y los frescos exteriores de colores vivos que representan escabrosos castigos aplicados a los pecadores. En su interior, destaca un iconostasio de madera y una lámpara de araña decorada con huevos de avestruz.
Quedamos muy impresionados por el lugar, y aunque había bastante turismo, pudimos disfrutar sin prisas de este monasterio patrimonio de la humanidad. Mientras recorríamos el recinto, nos imaginamos poder pasar la noche allí, alejados del ruido y de la gente. Si alguna vez vuelvo a Rila, tengo claro que intentaré alojarme en el monasterio.
Cuando salimos de Rila estaba empezando a llover así que decidimos comer en un restaurante en la misma carretera de camino a Sofía y hacer un poco de tiempo hasta que el clima mejorara. Como estábamos bastante cansados de todos los días de viaje, aquella tarde la pasamos en el hotel y por la noche descubrí que la pasta Arrabiata puede ser muy pero que muy picante. Para compensar, esa noche acabamos la serie de Friends.
La montaña de Vitosha y su monasterio
La última mañana de nuestro viaje antes de volver a Barcelona la pasamos en Sofía. Primero dando un paseo por el bulevar Vitosha, con sus tiendas, restaurantes y cafeterías elegantes; y después subiendo a la montaña del mismo nombre. Este macizo montañoso se encuentra dentro del Parque Natural de Vitosha y es un popular destino de fin de semana, ya sea para hacer alguna ruta de senderismo como para esquiar o venir a hacer un picnic.
Nosotros decidimos visitar el monasterio de Dragalevtsi (del siglo XIV) y acabamos pasando la mañana en la naturaleza jugando con unos gatitos. Desde lo alto de Vitosha, nos despedimos de Sofía y también de Bulgaria en general.
Ya en el aeropuerto, el último reto fue el de devolver el coche de alquiler, pues necesitábamos una tarjeta para entrar en el parquing que nadie nos había dado. Por suerte, al final pudimos contactar por teléfono con ellos y todo se resolvió muy rápido. Sin embargo, como no habíamos hecho el check-in por un problema con la web nos cobraron 35€ extra por cabeza y encima ni siquiera nos sentaron juntos en el avión. ¡Pero la verdad es que nada de esto consiguió empañar el buen recuerdo de nuestras vacaciones por Rumanía y Bulgaria!